Freddy Martínez
El Estado artificial de Israel es la concreción de un proyecto colonialista impulsado por Inglaterra y Francia a mediados del siglo XIX y que tuvo como protagonistas fundamentales a políticos, banqueros, monarcas, sociedades judías europeas y al imperio otomano en decadencia, en momentos cuando el capitalismo comenzaba a reclamar importantes áreas de influencia hacia las rutas estratégicas que conectan a Europa con la cuenca mediterránea, el mundo arábigo y hacia el lejano oriente: vale decir India y China.
El original proyecto de nación pasó por varias etapas y por diferentes situaciones políticas, pero fue la conclusión de la II Guerra Mundial, con Estados Unidos como potencia militar triunfante, quien da el espaldarazo definitivo para que Israel fuese un Estado formal, lográndose lo que inicialmente estructuró el expansionismo imperial europeo y que todavía hoy los colonialistas de siempre intentan repetir en toda una zona que abarca precisamente a la Palestina histórica, a Siria, Líbano y Egipto.
Pero aun cuando el Estado judío tiene fecha de nacimiento (entre 1947 y 1948), Palestina fue gradualmente colonizada por comunidades judías europeas desde la época de la Reina Victoria (1839 en adelante) y del segundo emperador de Francia, Napoleón III; un actor político que desde 1860 entra en los ensayos de colonización del medio oriente a través de la religión, pues fue uno de los ideólogos que consideró fragmentar al Líbano en porciones confesionales con objetivos claramente políticos y de convertir a Palestina en un territorio auténticamente judío.
A partir de estos planes promovidos por las potencias imperiales de la época, la incipiente ideología sionista tuvo en este descendiente de Napoleón Bonaparte un importante aliado; una alianza que se vio fortalecida con los primeros programas de migración hacia Jerusalén de judíos originarios de Rusia, Polonia, Hungría y otros de Europa Oriental, motivado fundamentalmente a la ola de asesinatos colectivos que ocurrían en estos países, dando la justificación al movimiento sionista internacional (una especie de nacionalismo judío) de considerar imposible la convivencia con las sociedades cristianas europeas en igualdad de condiciones y derechos.
A la luz de los acontecimientos posteriores, Israel es y será un Estado creado en el intento europeo de aliviar esa carga de culpa judeofóbica que por cientos de años llevó a cuestas. No fue Hitler el único judeofóbico que conocemos. El continente europeo, desde Rusia hasta la bota italiana, desde la península ibérica hasta las costas adriáticas, acumula historias de intolerancia, persecuciones y desprecio hacia los judíos, registrados para la historia en matanzas colectivas (pogroms), confinamientos (ghettos), teniendo su máxima expresión de horror con las políticas de exterminio sistemático aplicados por el régimen nazi en la Alemania hitleriana.
Ciertamente, la finalización de todo gran conflicto bélico comporta el nacimiento de nuevas fronteras, desmembramiento de las naciones derrotadas y reacomodo de zonas estratégicas. Israel nace formalmente en esa coyuntura de reacomodo, convirtiéndose en un enclave militar del imperialismo norteamericano para desestabilizar el medio oriente con saldos de guerras, intervenciones, invasiones, terrorismo y despojos: mencionamos: sur del Líbano, Altos del Golán sirio, la Franja de Gaza, Sinaí egipcio.
En 1948, 33 naciones -entre ellos Venezuela- votaron en la ONU para crear el Estado de Israel en los territorios ocupados de Palestina, era el estelar momento para saldar la gran culpa europea y darle concreción al proyecto de nación pura y teocrática que pensó la patristica sionista del siglo XIX. Palestina debía ser despojada de sus territorios para abrirle el paso al Israel que conocemos; ese mismo Estado que hoy considera a los niños y a las mujeres palestinas embarazadas como importantes objetivos de guerra.
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