martes, 7 de junio de 2016

Sobre las derechas de tu país y cómo clasificarlas




 Trabajo realizado por el equipo de supuestonegado.com

En Venezuela y en el resto del continente, las dificultades que padece la gente están provocando un nuevo auge de las derechas. Pero ojo, no son la misma derecha de siempre. Ahora, además de ser ricachones, blancos y católicos, también son hipster, sexodiveros, liberales, ateos, “progresistas”, incluso negros. Así que, así sea para darse cuenta que ahora uno es de derecha, vale la pena echarle un ojo a este fenómeno desde nuestra realidad.

Es evidente que dentro de lo que en Venezuela llamamos “derecha”, hay una gran cantidad de diferencias. Pero, ¿cuáles son esas diferencias? La forma más sencilla de clasificarlas es según su postura sobre la transición, pues lo que tiene en común la oposición venezolana es luchar por alguna forma de postchavismo. 
 
Durante mucho tiempo, las posibilidades de que esa transición ocurriera eran mínimas o nulas, pero ahora que parece cambiar la marea, que las fantasías más profundas del escualidismo —como la muerte de Hugo Chávez, la mayoría en la Asamblea Nacional, la crisis o la derrota de aliados estratégicos del Gobierno bolivariano— se han realizado, ¿qué pasaría si una de esas derechas llegara al poder?, ¿cuáles son estas derechas a las que la crisis les ha caído como un regalo?

Los exterminadores

De la “dictadura castro-comunista” se habla al menos desde el año 2001 y, desde entonces, han existido los que quieren destruirla por todos los medios. Muchos renunciaron a perder la ferocidad del golpe de abril y por eso empezaron a aparecer, sobre todo desde 2007, retóricas rebeldes cuyos símbolos y discursos se nutren desde las revoluciones de colores de Europa Oriental hasta con el exilio cubano. Admiradores de Uribe, obsesionados con Fidel y Raúl Castro tienen sus figuras más notorias en la extraña María Corina Machado y el matrimonio López-Tintori. 



Su proyecto es claro: destruir el chavismo, y eso se manifiesta en muchos niveles y de muchas formas: sediciones, fantasías, rumores, violencia tumultuaria, etc. El problema con los exterminadores es doble: en primer lugar, no tienen realmente una estrategia política, sino una serie de mecanismos locos, semejantes a los del coyote Willie; a esto se suma, en segundo lugar, el hecho de que por cada guarimbero y por cada Loren Saleh, hay miles de guerreros del teclado, de profesores universitarios furibundos y de gente que espera que el Gobierno caiga la semana siguiente pero, de todos esos, solo una mínima parte quiere poner el cuerpo en la lucha.

Qué pasaría si llegan al poder

Retaliación generalizada contra todo lo que a ese gobierno le parezca chavista. Además del neoliberalismo estándar y de agresiones semejantes a las de Macri —empeoradas por el clima político venezolano—, habrá un amplio campo para las venganzas y retaliaciones privadas, que pueden ser peores que las del gobierno. Los exterminadores no tienen nociones de táctica, de conveniencia, de ritmos y tiempos, y ven su cruzada como eminentemente moral. Como en 2002, apartarán a los sectores que consideren moderados, lo cual, a la larga, beneficiará al chavismo, pues la sociedad se repolarizaría rápidamente. Pero el costo social y humano sería enorme.

Los pacientes, los del “tiempo de Dios”


Al final de las últimas elecciones presidenciales en 2013, Henrique Capriles había logrado lo que ningún otro dirigente de oposición antes: convertirse en el líder indiscutido del antichavismo. Ese estatuto lo conservó, sin embargo, durante muy pocos días. Todos sabemos lo que pasó: los exterminadores impusieron la línea del fraude y, con ello, ganaron la hegemonía en la oposición hasta el fracaso de la guarimba. La denuncia de fraude en este caso no se dirigía solo contra el Gobierno, sino contra Capriles, en una suerte de golpe contra su liderazgo. ¿Y cómo reaccionó él? Reconoció la victoria de Maduro, luego denunció el fraude, convocó a una marcha, la desconvocó, le dijo a la gente que se sacara la arrechera y luego dijo que no lo había hecho. 


 
El fracaso de Capriles no es solo su drama personal: es el de lo que podría ser una centroderecha propiamente dicha que se disputaría con el chavismo cierta parte del espectro político, pero que simplemente no puede prosperar, no solo porque los exterminadores la sabotean, sino porque ni la dirigencia ni la base, honestamente, saben qué carajo hacer. Aun así, habría mucho campo para una oposición estratégica, pero contra eso conspira no solo la falta de idees politiques de este sector, sino su irresolución, que expresa muy bien la frase más conocida del gobernador Capriles sobre esperar el “el tiempo de Dios”, sea lo que sea que signifique eso.

¿Qué pasaría si llegan al poder? 
 
El total y absoluto caos. Imaginemos la actitud de Ramón Muchacho ante la guarimba o las indecisiones de Capriles en 2012 respecto a si “cantaba” o no fraude, multiplicadas y llevadas al más alto nivel del gobierno: tomando una medida para complacer a un sector, deshaciéndola para complacer a otro. Esta sería una versión débil del gobierno de los exterminadores, quienes, como ocurre siempre, conspirarían constantemente contra él, hasta convertirlo rápidamente en un escenario de su predominio.

Los instalados

Incluso en su peor momento, la oposición venezolana no ha bajado nunca de alrededor del 30% de los votos, es decir, de representar al menos un tercio del electorado. Eso quiere decir que, necesariamente, muchos cargos de representación, desde simples concejales a gobernadores y diputados, están, de hecho, monopolizados por el antichavismo. Cada uno de esos cargos viene con sus remuneraciones y sus recursos, a los que se unen los recursos que se mueven gracias a contribuyentes y financistas nacionales e internacionales. Eso quiere decir que existen buenas oportunidades para el que quiera prosperar haciéndolo a punta de “temas mensuales”. Entre los viejos y los nuevos partidos, hay una buena cantidad de elementos que, si el chavismo se comportara de otra manera, hace mucho tiempo habrían dejado de ser de oposición o habrían moderado mucho, mucho sus posiciones.



¿Qué pasaría si llegan al poder?

Completo oportunismo sería el diagnóstico en este escenario, que es el más improbable de los tres. Seguramente, habría instalados en cada bando, tratando de sacar provecho de la situación. Pero si un político de esta índole llegara a la Presidencia,  simplemente trataría de “correr la arruga” para disfrutar de su posición el mayor tiempo posible. Como en el caso anterior, eso llevaría, seguramente, a que otra facción más decidida tomara la delantera. Al final, todo termina en las manos de los exterminadores.

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