Trabajo realizado por el equipo de
supuestonegado.com
En Venezuela y en
el resto del continente, las dificultades que padece la gente están
provocando un nuevo auge de las derechas. Pero ojo, no son la misma
derecha de siempre. Ahora, además de ser ricachones, blancos y
católicos, también son hipster, sexodiveros, liberales, ateos,
“progresistas”, incluso negros. Así que, así sea para darse
cuenta que ahora uno es de derecha, vale la pena echarle un ojo a
este fenómeno desde nuestra realidad.
Es evidente que dentro de lo que en Venezuela llamamos “derecha”, hay una gran cantidad de diferencias. Pero, ¿cuáles son esas diferencias? La forma más sencilla de clasificarlas es según su postura sobre la transición, pues lo que tiene en común la oposición venezolana es luchar por alguna forma de postchavismo.
Durante mucho
tiempo, las posibilidades de que esa transición ocurriera
eran mínimas o nulas, pero ahora que parece cambiar la marea, que
las fantasías más profundas del
escualidismo —como la muerte de Hugo Chávez, la
mayoría en la Asamblea Nacional, la crisis o la derrota de aliados
estratégicos del Gobierno
bolivariano— se han realizado, ¿qué pasaría si una de
esas derechas llegara al poder?, ¿cuáles son estas derechas a las
que la crisis les ha caído
como un regalo?
Los exterminadores
De la “dictadura
castro-comunista” se habla al menos desde el año 2001 y,
desde entonces, han existido los
que quieren destruirla por todos los medios. Muchos
renunciaron a perder la ferocidad del golpe de abril y por eso
empezaron a aparecer, sobre todo
desde 2007, retóricas rebeldes cuyos símbolos
y discursos se nutren desde las revoluciones de colores de Europa
Oriental hasta con el exilio
cubano. Admiradores de Uribe, obsesionados con Fidel
y Raúl Castro tienen sus figuras más notorias en la extraña María
Corina Machado y el matrimonio
López-Tintori.
Su proyecto es
claro: destruir el chavismo,
y eso se manifiesta en muchos niveles y de muchas formas:
sediciones, fantasías, rumores, violencia tumultuaria, etc. El
problema con los exterminadores es doble: en primer lugar, no tienen
realmente una estrategia política,
sino una serie de mecanismos locos, semejantes
a los del coyote Willie; a esto se suma, en segundo lugar, el hecho
de que por cada guarimbero y por cada Loren Saleh, hay miles de
guerreros del teclado, de profesores universitarios furibundos y de
gente que espera que el Gobierno caiga la semana siguiente pero, de
todos esos, solo una mínima parte quiere poner el cuerpo en la
lucha.
Qué pasaría si llegan al poder
Retaliación
generalizada contra todo lo que a ese gobierno le parezca chavista.
Además del neoliberalismo estándar y de agresiones semejantes a las
de Macri —empeoradas por el clima político venezolano—, habrá
un amplio campo para las venganzas y retaliaciones privadas, que
pueden ser peores que las del gobierno. Los exterminadores no tienen
nociones de táctica, de conveniencia, de ritmos y tiempos, y ven su
cruzada como eminentemente moral. Como en 2002, apartarán a los
sectores que consideren moderados, lo cual, a la larga, beneficiará
al chavismo, pues la sociedad se repolarizaría rápidamente. Pero el
costo social y humano sería enorme.
Los pacientes, los del “tiempo de Dios”
Al final de las
últimas elecciones presidenciales en 2013, Henrique Capriles
había logrado lo que ningún otro
dirigente de oposición antes: convertirse en
el líder indiscutido del antichavismo. Ese estatuto lo conservó,
sin embargo, durante muy
pocos días. Todos sabemos lo que pasó: los exterminadores
impusieron la línea del fraude y, con ello, ganaron la
hegemonía en la oposición hasta
el fracaso de la guarimba. La denuncia de fraude
en este caso no se dirigía solo contra el Gobierno, sino contra
Capriles, en una suerte de golpe
contra su liderazgo. ¿Y cómo reaccionó él? Reconoció
la victoria de Maduro, luego denunció el fraude, convocó a una
marcha, la desconvocó, le dijo a
la gente que se sacara la arrechera y luego
dijo que no lo había hecho.
El fracaso de
Capriles no es solo su drama
personal: es el de lo que podría ser una centroderecha propiamente
dicha que se disputaría con el
chavismo cierta parte del espectro político, pero que simplemente no
puede prosperar, no solo porque los exterminadores la
sabotean, sino porque ni la dirigencia ni la base, honestamente,
saben qué carajo hacer. Aun
así, habría mucho campo para una oposición estratégica,
pero contra eso conspira no solo la falta de idees
politiques de este
sector, sino su irresolución, que expresa muy bien la frase más
conocida del gobernador Capriles
sobre esperar el “el tiempo de Dios”, sea lo
que sea que signifique eso.
¿Qué pasaría si llegan al poder?
El total y
absoluto caos. Imaginemos la actitud
de Ramón Muchacho ante la guarimba o las indecisiones de Capriles
en 2012 respecto a si “cantaba”
o no fraude, multiplicadas y llevadas al más alto
nivel del gobierno: tomando una medida para complacer a un sector,
deshaciéndola para complacer a
otro. Esta sería una versión débil del gobierno
de los exterminadores, quienes, como ocurre siempre, conspirarían
constantemente contra él, hasta
convertirlo rápidamente en un escenario de su predominio.
Los instalados
Incluso en su
peor momento, la oposición venezolana no ha bajado nunca de
alrededor del 30% de los votos, es
decir, de representar al menos un tercio del
electorado. Eso quiere decir que, necesariamente, muchos cargos de
representación, desde simples
concejales a gobernadores y diputados, están, de
hecho, monopolizados por el antichavismo. Cada uno de esos cargos
viene con sus remuneraciones
y sus recursos, a los que se unen los recursos que se
mueven gracias a contribuyentes y financistas nacionales e
internacionales. Eso quiere decir
que existen buenas oportunidades para el que
quiera prosperar haciéndolo a punta de “temas mensuales”. Entre
los viejos y los nuevos
partidos, hay una buena cantidad de elementos que, si el
chavismo se comportara de otra
manera, hace mucho tiempo habrían dejado de ser
de oposición o habrían moderado mucho, mucho sus posiciones.
¿Qué pasaría si llegan al poder?
Completo oportunismo sería el diagnóstico en este escenario, que es el más improbable de los tres. Seguramente, habría instalados en cada bando, tratando de sacar provecho de la situación. Pero si un político de esta índole llegara a la Presidencia, simplemente trataría de “correr la arruga” para disfrutar de su posición el mayor tiempo posible. Como en el caso anterior, eso llevaría, seguramente, a que otra facción más decidida tomara la delantera. Al final, todo termina en las manos de los exterminadores.
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