sábado, 15 de octubre de 2011

Libia: guerra justa contra guerra injusta y el rol de nuestros medios



Luis Aponte

Todas las guerras son horribles. La destrucción, la muerte y la penuria causada entre seres humanos no pueden tildarse como algo digno de los valores humanos más sublimes. Estamos de acuerdo. Los revolucionarios y las revolucionarias somos esencialmente luchadores y luchadoras por la paz. Como constructores de un mundo nuevo aspiramos la paz como el mejor escenario para la dignificación de los pueblos.

Pero nos referimos a la paz de los pueblos, de la vida, no a la paz de los sepulcros, de la muerte, que quiere imponernos el imperialismo, a veces a través de la ignorancia, otras veces a través de la violencia expedita.

Por eso que con todo el dolor del mundo, pero con todo el convencimiento de su justeza, tenemos hoy que apoyar la lucha armada de resistencia que ejerce el pueblo libio contra la agresión armada imperial. No cabe duda, es justa la guerra de resistencia o de liberación nacional que adelantan los patriotas libios contra la guerra de agresión y rapiña imperialista de la OTAN y sus mercenarios.



Libia se convierte hoy en la primera trinchera en la lucha de los pueblos del mundo contra el hegemonismo imperial. Una lucha que adquiere ribetes violentos no por voluntad del pueblo libio, sino por voluntad del imperio yanqui que aliado al vetusto colonialismo europeo, con Francia a la cabeza, pretende impedir a sangre y fuego el nacimiento y consolidación de un mundo pluripolar.

Cuando señalamos que Libia se convierte en esa vanguardia mundial lo decimos no motivados por algún voluntarismo o explosión emotiva. La circunstancia libia resume el sincretismo de varias corrientes históricas que se entraman para emerger con un nuevo mensaje al mundo: el socialismo árabe inspirado en gigantes panárabes como Nasser; un genuino y misericordioso Islam, inspirado en la tolerancia y el respeto a la diversidad humana (incluyendo sus mujeres); y la unidad africana como respuesta estratégica a la pretensión del capitalismo globalizado de expoliar sus riquezas.

Libia y el llamado Magreb constituye hoy bisagra de culturas, continentes e intereses geopolíticos. Allí confluyen las culturas árabes y africanas saharianas y subsaharianas; musulmanes, cristianos y animistas; África, Europa y Asia; petróleo, alimentos, acuíferos y otros recursos estratégicos; corrientes migratorias con sus secuelas discriminatorias y de intolerancia étnica; el cruce de los intereses políticos, económicos y militares de la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia, China, Turquía, Israel, países de la OPEP y las conservadoras monarquías árabes. En fin, un mar de contradicciones que se engloban dentro de la crisis mundial del capitalismo.

La victoria del pueblo libio tendría una repercusión global inmediata acusándose como un golpe directo a los centros capitalistas a favor de un mundo pluripolar más humanista.

De allí que no entendemos el tratamiento mediático que con cierta y preocupante regularidad se le da al conflicto libio en el Sistema Nacional de Medios Públicos de Venezuela, incluyendo Telesur. No sólo por el relativo poco espacio que se le otorga (sobre todo luego de la retirada estratégica del grueso de las fuerzas patrióticas de Trípoli), sino también por el formato y el lenguaje utilizado que es muy semejante al de las agencias imperiales, generalmente tendenciosos.

Como es lógico, los medios imperiales utilizan y utilizarán todos los recursos a su disposición (materiales y sicológicos) para enmascarar su agresión colonialista-imperialista como una supuesta lucha de fuerzas democráticas libias contra un tirano secular, lucha en la cual la panoplia militar de la OTAN cumple labores “humanitarias”. Cual guión hollywoodense, la OTAN y sus atroces mercenarios son los buenos, y los patriotas de la Yamahiriya son los malos.

Es menester entonces que nuestros medios libren un combate mediático solidario con los patriotas libios, contribuyendo a poner las cosas en su santo lugar. Urge un reacomodo informativo del Sistema Nacional de Medios Públicos (SNMP) que ponga dicho sistema a tono con la posición política adoptada al respecto por Venezuela y también por el ALBA. El hecho de ser nuestro país y su gobierno promotores de la paz mundial no nos convierte en pacifistas a ultranza. No podemos adoptar una posición timorata ante la realidad de un pequeño pueblo que se defiende con las armas en la mano de la agresión armada de las potencias tecnológicas más belicosas del planeta.

Desde el punto de vista conceptual, nuestra estrategia comunicacional debe desmarcarse con claridad –como lo ha hecho en repetidas ocasiones el Comandante Presidente Chávez- de esa maniobra imperial a escala global denominada “Primavera Árabe”, dentro de la cual se ha pretendido encuadrar la planificada agresión a Libia. Debemos denunciar la intención imperialista de mostrar a Gadafi como el “tirano sanguinario”, imagen construida por la mediática imperialista que ha hecho tanto efecto en los autocalificados “anti-dogmáticos” de “izquierda” que de tanto anti-dogmatismo cayeron en el peor de los pragmatismos: justificar a los mercenarios saqueadores y criminales que actúan como infantería de la OTAN, catalogándolos como un “movimiento social rebelde”.

Mansos como una paloma pero astutos como una serpiente, nos dice la Biblia. El combate empieza por nosotros mismos, en la claridad y convencimiento con respecto a lo que hacemos, en el lenguaje y formatos que utilizamos en la batalla comunicacional. Y sobre todo en la renovada confianza hacia la causa de un pueblo soberano, en la justeza de su guerra de resistencia. Si los planificadores de la batalla mediática aquí en Venezuela no están convencidos de la justeza del combate de los patriotas libios bajo la dirección del líder Gadafi y del Ejército Nacional libio, tendremos entonces plomo en el ala para abordar con éxito esta tarea.

Ahora más que nunca hay que profundizar el acompañamiento mediático al pueblo libio que entra en esta nueva fase de lucha a la que corresponde un particular tratamiento informativo. Elementos de la Guerra de Cuarta Generación estarán a la orden del día. Observamos una resistencia popular que toma proporciones épicas como en Sirte, la Heroica. Y también observamos las atrocidades y el genocidio practicado por las fuerzas pro-OTAN. No es justo ni apropiado que nuestros medios traten este evento histórico tomando aristas del padrón imperial. Las mentiras elaboradas en los laboratorios imperiales de guerra sucia mediática tienen en el campo de batalla un propósito concreto: desmoralizar al adversario, o peor aún, forzarlo a hacer un movimiento o tomar una acción que delate sus posiciones. Es una inconsecuencia imperdonable repetir los informes imperiales, sin mediar ninguna confirmación confiable, sin una aclaración que refleje el cuestionamiento de la fuente por tendenciosa. Conociendo por propia experiencia (abril 2002) lo fraudulento que es el imperialismo, que utiliza lo mediático a su antojo y sin ninguna ética, entonces ¿cómo es posible que caigamos en esta trampa y perdamos la iniciativa sujetos a los vaivenes del poder mediático imperial?

Nos negamos a creer que algunos responsables de nuestra cobertura informativa de Libia estén convencidos de la inevitabilidad de la derrota del pueblo libio, de la ineficacia de su heroica resistencia ante la panoplia militar asesina de la OTAN y sus mercenarios. Ese es el mensaje subliminal que no pocas veces enviamos al mundo, lamentablemente.

Los pueblos latinoamericanos y caribeños tenemos el derecho a conocer la verdad de lo que ocurre en Libia, con profundidad y contenido, resaltando la justeza y el heroísmo de la resistencia libia y la injusticia de la agresión y la crueldad de sus perpetradores. La cobertura periodística de nuestros medios debe procurar difundir la información de manera integral recurriendo a todas las fuentes y a todos los actores, incluyendo las fuentes y los actores patrióticos. Hoy en día existen medios tecnológicos suficientes que permiten romper el cerco de los poderosos medios imperiales, sin necesidad de poner en riesgo suicida las vidas de los reporteros. En el caso de la Yamahiriya se trata de una fuerza organizada que controla territorios, tiene un gobierno, tiene un ejército organizado, tiene liderazgo y vocería, y cuenta con recursos de todo tipo provenientes de la solidaridad de un pueblo que la apoya, hecho demostrado en meses de tenaz resistencia ante las potencias más belicosas del mundo. ¿Por qué se margina esta realidad en nuestros medios y se adopta tácitamente la postula derrotista del fin inevitable?

Indigna escuchar en nuestros medios expresiones tales como “bolsones de resistencia”, “fuerzas leales a Gadafi” o de “últimos bastiones”. Es el lenguaje imperial que lamentablemente repetimos en nuestros medios. Menos mal que tenemos ejemplos positivos, aquí en Venezuela y en otros lugares, donde preocupados (y ocupados) camaradas antiimperialistas han dado una enorme contribución al construir portales y sitios web donde podemos encontrar en distintos idiomas noticias e informaciones sobre la resistencia libia (por ejemplo, http://resistencialibia.info). Cuando confrontamos la información que suministra nuestros medios públicos con la información que suministra el mencionado portal, observamos una abismal diferencia en estilos, contenidos y, lo que es más importante, en el compromiso que es lo más importante. La visión de algunos medios públicos sobre Libia en la práctica pretende ser “neutra”, fuertemente sesgada por esa hipócrita objetividad de las cadenas CNN, BBC o Al-Jazzera o de sus periódicos impresos, prácticamente tratadas como “agencias hermanas”.

Como mínimo exigimos que en el SNMP se replantee a fondo la política informativa adoptada con respecto a Libia. Es necesario una posición mucha más pro-activa que permita contextualizar ante el mundo, con una visión desde el Sur, revolucionaria y antiimperialista, una de las más importantes trincheras donde la humanidad se juega su futuro como es Libia. Esta lucha merece el lugar que le corresponde y el acompañamiento mediático que le corresponde.

El momento histórico no da pie para las medias tintas. O contribuimos al avance de un mundo soberanamente pluripolar o morimos en el intento. Pero convertimos en juguetes del imperio, nunca.

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